jueves, 26 de julio de 2012

El divan de Emma Silverman - Primera Sesion

Emma Silverman se servia un vaso de café. La mañana empezaba y el sol mandaba sus primero rayos y la estancia empezaba a tomar forma y color. El café, espantoso, hizo que Emma se despejara. Ese día empezaba su aventura como autónoma. 60 euros la sesión de terapia con la psicóloga mas carismática de Madrid... al menos eso decía su madre, allá en el pueblo. ¿El problema? Que como primer paciente tendría a un pseudo puber cuyos padres habían condenado con su nombre: Cronopio Videla García. Emma pensó si sus padres eran del club de fans de Cortazar. La psicóloga ordeno sus notas y se preparo para la llegada de su paciente.

El timbre sonó y Emma se acerco a abrir la puerta. En el felpudo había un joven de lo mas normal. Delgaducho, alto, desgarbado, con gesto de estúpido. Detrás de el, su familia con gesto elegante y ridículo. Emma le sonrió y le hizo pasar. Esperaba que sus años en la universidad le hicieran dar una buena imagen de profesionalidad.
  • Buenas días, joven Videla y familia. - dijo Emma. - Me llamo Emma Silverman y seré tu psicóloga por el resto de sesiones que nos haga falta para poder superar ese pequeño trauma que tienes con respecto al nombre que tus padres te pusieron. - dijo y les sonrió a los progenitores.
  • Para empezar... Yo no se que mierda hago aquí. Segundo, usted esta encantada de la vida por la pasta que se van a gastar mis padres. De seguro finjira escucharnos mientras repasa la lista de la compra. - dijo el joven Cronopio.
Los padres se avergonzaron.
  • Bien, esta claro que esto va a ser entretenido. - dijo Emma. - Me habéis contado que vuestro hijo tiene ciertos complejos con el nombre que le habéis puesto. Para empezar, hay que centrarse en el origen de todo: la familia. ¿Fuisteis vosotros quienes decidieron el nombre o fue por votación familiar? 
  • Eso es lo de menos, ya que mis padres están en crisis. - dijo un joven.
  • ¿Como te llamas? - dijo Emma, mirando al chico.
  • Pablo... Soy el hermano menor de... Cronopio... - dijo y sonrió de manera picara.
  • Vale. Empezaremos por solucionar los problemas conyugales de vuestros padres. Así ellos harán piña para desaparecer ese complejo que tienes, ayudado por mi, obviamente. - dijo Emma. - La base de toda pareja es la comunicación y la sinceridad. Pablo... ¿Como ves a tus padres?
  • Pues mi padre es un idiota con aires de triunfador y mi madre es una adicta a técnicas y/o deportes que le proporcionen paz mental que no puede conseguir ella sola. - dijo Pablo.
  • Bien, es un comienzo. - dijo Emma, aguantándose la risa. - Señor Videla... ¿Algo que decirle a su esposa?
  • No, nada... - dijo el señor.
  • Yo si. - dijo la señora Garcia, la madre. Parecía nerviosa. - No puedo soportar ver a mi hijo sufriendo por su nombre y la explicación la tengo yo.
  • Alli, alli... - dijo el joven Cronopio, asintiendo con la cabeza.
  • Mi mujer es la que puede ayudarlo, señorita y ademas...
  • Cronopio no es hijo tuyo. - dijo la señora Videla.
Se produjo un silencio mortal. Se podía escuchar el zumbido de una avispa al otro lado del cristal. Emma se quedo como si le hubieran dado un cachetada. Aunque lo suyo no era nada comparado con el gesto del señor Videla.

  • ¿Que? - dijo el joven Cronopio.
  • Bueno, creo que por hoy ya hemos hecho mucho... - dijo Emma, intentando salvar el desastre que se venia encima. Tarde...
Cinco segundos mas tarde, estaban todos de pie menos Emma. El señor Videl se tumbo en el sofa, sin creerselo. El joven Cronopio se puso en pie y empezo a pasear por el divan sin creerselo.
  • ¡Mama! - dijo, furioso.
  • Cronopio, sientate hijo, estamos haciendo el ridiculo... - dijo la madre
  • ¡No! ¡Dime ahora mismo quien es mi padre! - dijo el joven Cronopio.
  • ¡Que mas da, si fue hace mucho tiempo! - dijo la madre.
  • ¡Mama! - dijo el joven Cronopio, enfadandose mas.
  • Papa... ¿Estas bien? - dijo Pablo, el hermano.
  • Regular... - dijo mientras se tocaba la frente.
  • ¡Mama! - volvió a decir el joven Cronopio.
  • Lionel Boquerini... - dijo la madre. - Lionel, se llama...
  • ¿¡Boquerini!? ¡¡Pero eso es italiano!! - dijo el joven.
  • Argentino. Nos conocimos cuando fue de voluntaria con la Cruz Roja a Rio de la Plata. El estaba en el sindicato de comerciantes. - dijo la madre. - Era un habido lector de Cortazar. Fue una noche maravillosa. Tanto que en honor a ese amor efímero, te puse ese bello nombre que ahora llevas.
  • ¡Esto es la ostia! ¡Es la puta ostia! - grito el padre, poniéndose de pie.
  • Cariño, fue una noche tonta. Tu y yo no nos habíamos casado por aquel entonces... - dijo la madre.
  • ¡Claro, coño, nos casamos porque tu te quedaste embarazada y nuestras familias nos presionaron! - dijo el padre.
  • Osea... que eres hijo de un sindicalista argentino... - dijo Pablo, sonriendo.
  • ¡Pablo! No tiene gracia... - dijo la madre, reprendiéndole.
  • ¡Joder con la puta terapia! ¡Papa, venimos a intentar solucionar mi problema y descubro otra cosa de la cual no estaba preparado! - dijo el joven Cronopio, acercándose al señor Videla.
  • Tu cállate, que no eres hijo mio... - dijo y le dio la espalda. - Pablo, hijo, siento haberte apartado estos años... Hay que recuperar el tiempo perdido.
  • A mi no me lies. Quiza... quiza yo tampoco soy hijo tuyo... - dijo el chico.
  • No... Tu si lo eres, Pablo... - dijo la madre.
  • ¡¡¡STOP!!! - dijo Emma, con toda la elegancia que pudo. - Me ha encantado esta historia sobre vuestros arboles genealógicos pero siento decirles que nos hemos saltado casi 1 año de terapia y yo vivo de esto, así que si no os importa, debemos analizar vuestras respectivas carencias afectivas y falsas expectativas basadas en modelos sociales. Asi, que por hoy hemos... quiza no avanzado pero si hemos empezado por algo: el origen del nombre de vuestro hijo. Bueno... de uno de ustedes. - dijo la psicóloga. - Continuaremos la proxima sesion, si fueran tan amables.
La familia se despidió y se fueron. Todavía se podía escuchar los gritos de discusión.

  • Ufff... - dijo la psicologa. - Para ser el primer dia no ha estado tan mal. Desde luego, esto de las terapias tiene un gran mercado. Pensé que seria algo facil y al final he descubierto una mina de oro... Esto les llevara muchas sesiones. Bueno... ahora me ire a desahogar un poco. - dijo la psicologa.
Emma Silverman guardo su cuaderno de apuntes y se relajo en su cómodo sofá, en aquel diván en pleno centro de Madrid.


No hay comentarios:

Publicar un comentario