lunes, 29 de diciembre de 2014

Entrevistas en el Divan (Carlos) - Parte II

Una vieja reproductora de cintas de audio se puso en funcionamiento:

(...)

(Silencio corto)

PSICÓLOGA: Digamos que tengo acceso a información privilegiada.

CARLOS: (Enfadado) Y tanto... Esa información solo lo saben 2 personas en este mundo... (Sonido de alguien dándole una calada a un cigarro) ¿Se lo ha dicho Emma?

PSICÓLOGA: No... (Silencio corto) Le voy a pedir algo, señor Reyes. En estas sesiones, yo tengo mis datos en la mano. Le pediría por favor que no se ponga a pensar de donde coño las he sacado. Limitase a responder, contar y confesar lo que yo le pida, ¿de acuerdo?

CARLOS: Si que eres practica, moza... (Tosiendo) ¿Y que viene ahora?

PSICÓLOGA: (Tomando aire) Cuénteme 2 episodios de su vida. Quiero saber su "origen". El primero... la relación con su padre.

CARLOS: No era del todo buena. Yo y el cabronazo nunca nos entendimos del todo.

PSICÓLOGA: Ya, ya... creo que era algo mas que eso. ¿Porque no empieza desde donde lo recuerda y luego nos centramos en el segundo episodio? El día que su hermana Emma cayo en el pozo y genero su miedo a los espacios cerrados.

(Silencio corto)

CARLOS: Mi padre era un hombre muy chapado a la antigua. Creía en que el éxito de una persona se basa en los logros académicos. Yo... yo no nací con esa capacidad. El no lo entendía. No entendía que me costaba mucho aprender y retener lo que el colegio me enseñaba. (Desesperado) ¡Que no entendía que no herede su capacidad de el, quien era un genio! (Calmado) Lo admito, tampoco puse mucho de mi parte. Pero era porque era feliz con los amigos que forje en esos años. Y aunque ninguno era mas inteligente que yo, me sentía feliz poder compartir con ellos las mismas dificultades que yo padecía. No era que quería el mal de muchos. Directamente, me sentía mejor al saber que podíamos ayudarnos mutuamente. Un grupo de chavales que se esforzaban por aprobar, siempre con la amistad uniéndonos.

(Silencio corto)

CARLOS: (Sonido de alguien dándole una calada a un cigarro) Pero mi padre no entendía eso. Me atacaba. Me gritaba diciendo que era un inútil. Que no merecía ser su hijo. Y todo porque se avergonzaba de mi. (Enfadado) ¡El no tenia ni idea de lo que me costaba a mi llevar un 6 o un 7 a la casa! (Relajado) Siempre albergaba la esperanza de llegar a casa, mostrarle la nota a mi padre y que este me pasara el brazo por el hombro y me sacudiera el pelo con la mano. Pero eso nunca pasaba. Solo repetía una y otra vez... que era una vergüenza para el. Mi paciencia termino... cuando me llamo, con todas sus letras y en mi cara... fracasado.

(Silencio corto)

CARLOS: Pero ese momento llego mucho después del nacimiento de Emma. Pero aun así, el sentimiento de odio que tenia hacia mi padre era ya grande. Cuando me entere de que la niña vendría al mundo, solo la odie. Pero no porque tuviera algún motivo... Era única y exclusivamente por el hecho de que mi padre era feliz. Y por eso llegue a odiar a mi pequeña hermana. Cuando nació y empezó a crecer, la odie mas. Era lo que mi padre deseo siempre. Y se volvía mas feliz con cada día que pasaba, a la vez que yo me volvía mas marginado y odiado. Recuerdo que cuando Emma tenia 5 años, yo ya tenia 13. Ese año, suspendí 2 asignaturas, las mas complicadas. Y desate una ola de furia de mi padre que todavía me acuerdo. Me golpeo. En pleno rostro. Le juro que, con lagrimas en los ojos, le quise contestar. Pero era inútil, solo era un chaval y el un hombre adulto. Fue entonces cuando le dije que lo odiaba. Que tenia ganas de morirme. No quería seguir siendo su hijo. Y el solo me contesto que también lo deseaba. Que el ya lo tenia todo. Su hija, la niña, crecía fuerte y sana. Que la niña seria su orgullo y su satisfacción. Por lo tanto, yo era redundante. Un episodio de su vida triste y decepcionante. Y que cuanto mas tardara en desaparecer, mas rápido solucionaríamos nuestro problema. Y fue cuando me llamo fracasado. Lo mire fijamente. Pude ver esos ojos de los cuales Emma y yo hemos heredado. Esos ojos llenos de furia. Lo mire y salí de la habitación.

(Silencio corto)

PSICÓLOGA: ¿Que paso?

CARLOS: En mi habitación, pensé en huir de casa. ¡Solo con 13 años! Pero mientras me untaba crema en el moretón que mi padre me provoco, la niña entro en mi habitación. Cargando esa muñeca vieja que yo le regale, me hizo parpadear porque de todas las muñecas nueva y bonitas, ella cargaba justo la que yo le regale. Me pregunto que me pasaba, porque lloraba. Yo solo le dije que se largara de allí. Mi padre entro en mi habitación, quizá con ganas de mas guerra. Pero al ver a Emma allá, solo se dio media vuelta. Algo que note fue que la niña se interpuso, levantando brevemente los brazos como si intentara defenderme.

PSICÓLOGA: Interesante... Continúe.

CARLOS: Pasaron los meses. Me empece a dar cuenta que Emma se me acercaba mucho mas. Y que hacia cosas por mi que doblegaron ese odio que le tenia y los transformaron en amor hacia ella. Cosas como mentirle a mi padre solo para que me dejara salir, estar a mi lado cuando debía llevar malas noticias a casa... ¡Robarle dinero a mi padre solo para que yo pueda salir con mis amigos en mi propio cumpleaños! La niña me quería. Por mucho que la odiaba, no podía... no podía decirle que no. Cuando venia corriendo con esos ojos húmedos de la emoción que debía de sentir al verme. ¿Como decirle que no cuando me abrazaba y me llenaba de besos? Un día no pude mas y llore cuando me abrazo. Me jure, que por mucho que mi padre nos distanciara... jure protegerla. Costara lo que me costara.

(Silencio corto)

PSICÓLOGA: Continúe.

CARLOS: Pero también supe que tarde o temprano mi padre me echaría de casa... sea el motivo que sea. Decidí que era hora de ponerme en forma. De entrenar mi cuerpo. A mi madre y amigos les dije que me quería ver bien conmigo mismo. Era mentira. Debía estar en forma. ¿Porque? Dígame usted... si a los 15 años su padre le echan de casa, obviamente debe buscarse un trabajo, algo con lo que sobrevivir. Y teniendo en cuenta que los únicos parientes que tenia eran los abuelos de un pueblo de la serranía de Cuenca...¿que clase de trabajo hay allí? ¿Pastor, recogedor de olivas, peón de obra? Ninguno de esos trabajos lo puedes hacer si estas fuera de forma. O quizá si, pero ibas a sufrir bastante. Así que me prepare...

(Silencio largo) (Sonido de alguien apagando un cigarro en un cenicero)

CARLOS: Pero hubo algo mas. Un día, en las fiestas del pueblo, me pase un poco con las copas. Entiendame, acababa de cumplir 15 años y era la época de experimentar. Volví a casa y me quede dormido. No se que hora era cuando mi padre me despertó pero ya era muy tarde. Lo recuerdo perfectamente. (Silencio corto) Vino echo una furia. Abrió la puerta de mi habitación casi dándole una patada. Me empezó a golpear allí mismo. Con furia. Yo... no intente defenderme. Me hizo sentarme en la cama y me propino mas golpes. No hice nada. Mi madre lloraba, intento separarnos pero le fue imposible. Mi padre gritaba cosas como que esperaba el día que me muriera para por fin dejarle en paz. Y muchas otras que no recuerdo. Durante toda la paliza, no me inmute. Llego a un punto que el me golpeaba, quizá esperando que yo le contestara... pero no hice nada. Porque algo empezaba a sentir dentro de mi. Cuando se fue, mi madre se me acerco, me abrazo y me dijo que no pasaba nada. Que ella hablaría con el y que no pasaría nada. Abrió su bolso y me dio varios billetes. Me dio un beso y me dijo que podía ir a divertirme, que ella me daría dinero. Todo lo que yo quería. Cuando se fue, lanze los billetes contra la pared. No quería ese dinero, porque era de el... de mi padre. Allí supe... que mi padre había muerto para mi.

(Silencio largo)

(...)

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