Era un día radiante en pleno centro de Madrid. O por lo menos lo era para quienes disfrutaban de un día radiante en pleno mes de Abril. Las cafeterías estaban llenas de gente, los bares llenos de obreros quienes desayunaban antes de ir a sus trabajos, etc. Imponiéndose de manera colosal, el Banco Central de Madrid imponía sombra a los demás edificios. Ese día estaba lleno, con gente entrando y saliendo. Los guardias estaban en la puerta, custodiando todo aquel que entrara. Dentro de la estancia, mas guardias. Las colas de gente iban y venían. Todo parecía de acorde a la normalidad.
Dentro de la estancia, varios hombres y mujeres caminaban y se cruzaban por el camino.
En las filas había de todo tipo de gente. Ancianos con boinas, hombres con traje, mujeres con blusas y faldas, mujeres con chándal y chaquetones largos. Las cajeras, atendían a todas las personas que entraban y salían.
- Buenos días, caballero. – dijo una cajera. Delante de ella estaba un hombre con una corbata verde.
- Venia a hacer un fuerte deposito. Soy accionista de la empresa Akrag y la suma que voy a depositar supera las 5 cifras. Traigo toda la documentación aquí mismo. – dijo el hombre de corbata verde, señalando un dossier.
- Un momento, por favor… - dijo la cajera. Se impulso hacia atrás, usando las ruedas de su silla. Levanto un teléfono y hablo por el. Cuando termino de hablar, se volvió a impulsar y volvió a su sitio. – El director del banco le esta esperando. Por aquí, por favor…
El hombre de corbata verde subió las escaleras que daban acceso al tercer piso. Tras avanzar por unos pasillos, llego hasta el despacho del director. Una secretaria estaba sentada en un cubículo, justo al lado de la puerta.
- ¿Si? – dijo la secretaria.
- Vengo a hablar con el director del banco. Vengo a hacer un deposito. – dijo el hombre de corbata verde.
- ¿Perdón? – dijo la secretaria.
- ¿No le ha comunicado la cajera de abajo que estaba subiendo? – dijo el hombre de corbata verde.
- Lo siento, señor, pero no se me ha informado de nada. – dijo la secretaria. – Si me permite hacer una llamada…
Pero la secretaria se callo de golpe. Un pequeño sonido la interrumpió. Una bala le había perforado la cabeza. La mujer cayo hacia atraz, golpeándose contra la silla y cayendo hacia el suelo.
Rápidamente se escucho el sonido de alguien corriendo hacia el lugar de los hechos. La puerta se abrió y el director apareció en ella.
- ¿Pero que ha pasado…? – dijo pero enmudeció cuando el hombre de corbata verde le apunto con una pistola.
- Venia a hacer un depósito. – dijo el hombre de corbata verde.
El director no asimilaba lo que acababa de pasar.
- No sabe lo que esta haciendo. – dijo el director. – Acaba de asesinar a mi secretaria con un arma de fuego, que ignoro como consiguió colar en esta estancia. ¿Qué es lo que quiere?
- Muy fácil, señor director. – dijo el hombre de corbata verde. – Ahora mismo usted va a pasar a su despacho cargando el cadáver de su secretaria. ¡Vamos!
El director hizo lo que el hombre de corbata verde le dijo. El rastro de sangre todavía llamaba la atención.
- Esta loco… esta completamente loco… Mas le vale no quitarme el ojo de encima, porque en cuanto dude, tocare la alarma silenciosa y toda la policía de Madrid se le echara encima. – dijo el director.
El hombre de corbata verde se detuvo. Bajo el arma y se cruzo de brazos.
- Hágalo. – dijo, mientras se ponía cómodo en un asiento.
El director se quedo estupefacto. Lentamente, dejo a la secretaria en el suelo y avanzo hacia su despacho. Constantemente giraba la cabeza hacia el atracador, esperando que en algún momento le disparara. Pero no… el hombre de corbata verde siguió tan cómodamente sentado en su sofá, jugueteando con el arma.
El director se sentó en su sillón… y pulso el botón de la alarma silenciosa.
Un pequeño foco empezó a parpadear. La alarma había funcionado.
El director no entendía que pasaba. El hombre de corbata verde estaba tan cómodamente sentado, pese a que le llegaban ruidos de que en la primera planta la gente se movilizaba. El director giro el cuello. Por el televisor que le mostraba la primera planta pudo ver: Los guardias de seguridad ordenaban a la gente, quienes miraban de un lado a otro. Las cajeras estaban estupefactas. Los miembros de seguridad empezaron a hablar por sus comunicadores, señalando y poniéndose en movimiento.
- ¿Ya termino? – dijo el hombre de corbata verde. – Porque solo quiero decirle, que se prepare. Que se prepare para el mayor atraco de toda la historia de España.
- ¡Esta jodidamente loco! ¡Acabo de llamar a todo el escuadrón de policías de Madrid! ¡Mis guardias de seguridad están armados y a la espera! ¡Y encima esta usted completamente solo! ¡Las puertas de este edificio se cerraran en menos de lo que canta un gallo! ¡Nadie saldrá ni entrara! ¡La a jodido pero bien! – dijo el director, escupiendo saliva.
- Es que con eso contaba… Vera, señor director… Este banco almacena dinero en grandes cantidades. No solo euros… Lingotes de oro, diamantes, formas de dinero que equivalen mucho. ¿De verdad cree que he sido tan idiota? Acabo de burlar su sistema de seguridad. Sus matones de la puerta no detectaron que llevaba un arma. Y ahora estoy cómodamente sentado en su despacho. Usted dice que ha llamado a toda la policía de Madrid… Antes de que ellos lleguen, habremos robado casi 200 millones de euros. – dijo el hombre de corbata verde.
El hombre de corbata verde se puso en pie y le propino un culatazo al director, quien cayo violentamente hacia el piso. Sangraba…
- Pónganse en pie. Vamos a “retirar” un poco de dinero. – dijo el hombre de corbata verde.
- Vale, vale… ¿Quiere ir a la cámara? Vamos a la cámara acorazada. Antes de poner un pie en la planta baja, mis guardias lo acribillaran. Esta jodido…
- Ya lo veremos… - dijo el hombre de corbata verde. - ¿Por qué no lo comprobamos?
El hombre de corbata verde rebusco algo en sus bolsillos.
Minutos después, el hombre de corbata verde hizo señas al director y le insto a que bajara las escaleras. Cuando llegaron a la primera planta, el hombre de corbata verde se detuvo. Por el reflejo de un cristal pudo ver toda la estancia. Todo el mundo estaba de pie, mirando a todos lados. Había mas gente de mas, de seguro gente que estaba en el segundo piso habrían bajado al primero. Los guardias del interior del banco miraban a todos lados. El hombre de corbata verde espero a que se dieran la vuelta y entonces actuó. Cogió al director y lo empujo hacia el interior de la estancia.
El director entro a la estancia resbalándose. Al caer estrepitosamente, rompió el silencio de la sala. La gente se dio la vuelta y pego pequeños gritos. Las cajeras se pusieron en pie. Los guardias se pusieron en guardia.
- ¡Alto, no disparen! – dijo el director. - ¡Yo soy el director! ¡Un hombre ha entrado en mi despacho!
El hombre de corbata verde hizo su entrada en la estancia. Llevaba puesto un pasamontañas en el rostro. La mayoría de la gente pego pequeños gritos al verlo. Llevaba un arma en la mano.
- ¡Idiota! ¿Acaso pensabas que poniéndome…? – dijo el director, señalándose el pecho. - ¿… una corbata igual ala tuya, me iban a disparar a mi? ¡Guardias! ¡Esta armado! ¡Abran fuego!
Los guardias dieron un paso al frente y levantaron sus armas. El hombre de corbata verde abrió los brazos, esperando.
Los guardias se detuvieron.
En pocos segundos pasaron varias cosas.
Sin previo aviso, uno de ellos se dio la vuelta y le propino un culatazo al director, tumbándolo.
Otro, también se dio la vuelta pero para apuntar con el cañon de su arma a las cajeras.
2 guardias también se dieron la vuelta pero para apuntar a los que custodiaban las dobles puertas.
Mientras tanto, el hombre de corbata verde aprovecho la confusión para correr hacia las ventanillas. De un salto, se subió en ellas y contemplo todo el caos que se había formado por esos actos tan repentinos.
La gente del banco retrocedió cuando el hombre de corbata verde los contemplaba desde allí arriba.
- Señoras y señores, tengan muy buenos días. Esto es un atraco, por si no lo saben todavía. Es obvio que diré que no queremos su dinero ni hacerles daño. Si cooperan pacíficamente, nadie saldrá herido y esta tarde podrán comer tranquilamente. Es mas, puede que salgan de invitados en un programa de noticias para contar esta amena anécdota. Ahora… ¡ATRAZ!
La gente empezó a gritar pero se callaban cuando el hombre de corbata el hombre de corbata verde les apuntaba con el arma. Rápidamente los 4 guardias, hicieron que todo el mundo se amotinara en el centro de la estancia. Algunas personas levantaron las manos, otras miraban con odio a los atracadores y otros simplemente estaban estupefactas. Los 4 guardias empezaron a desvestirse. Rápidamente, cada uno se puso un pasamontañas.
- No hagan esto mas difícil… - dijo el hombre de corbata verde. Levanto el arma… y asesino a una cajera.
La mayoría de personas pego un grito al cielo. La cajera cayo hacia un costado, sangrando.
- Por cada segundo que tarden, morirá una persona… al azar. – dijo el hombre de corbata verde.
El hombre de corbata verde levanto el arma nuevamente y asesino a un guardia de la puerta. Esta ves la gente capto el mensaje y empezaron a moverse. Algunas mujeres lloraban, otras estaban al borde un ataque de nervios, etc.
El hombre de corbata verde se acerco hacia un sofá muy mullido. Mientras la gente se colocaba en sitios estratégicos, el hombre de corbata verde se agacho. Sorprendentemente, extrajo un cuchillo. La gente se le quedo mirando.
Rápidamente, el hombre de corbata verde empezó a desgarrar el sofá. La gente veía como las tiras de cuero volaban por el aire. Pero mas se extrañaron cuando el hombre de corbata verde extrajo cosas del interior del sofá. Ropa, armas, chalecos, bolsas, cinturones…
Los 4 guardias empezaron a vestirse. El hombre de corbata verde cambio la pistola que llevaba por un rifle de asalto M16 “Carabina”. Apunto con ella a los civiles, quienes retrocedieron.
Pero no se dio cuenta de algo. Entre la multitud de civiles, había alguien. Una mujer de unos 45 años, con un chándal rojo. Encima llevaba un chaquetón largo, hasta los pies, negro. Una bufanda hecha a mano de color rojo adornaba su cuello. Estaba asustada.
- Mierda… - dijo la mujer.
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